Juan 8:51

Cristo nuestra vida

I. En Cristo todos serán vivificados; pero que la profundidad y extensión del término bíblico vida nunca puede limitarse al simple resurgimiento del alma de la muerte o la inconsciencia, parece obvio en la inspección más superficial del volumen sagrado. Tan lejos está la mera inmortalidad de responder a este don de la vida, que hay una especie de inmortalidad a la que se le da el título de muerte, "muerte eterna" y "muerte segunda".

Por tanto, parece que esta vida, así como la muerte de la que se habla en el texto, es esencialmente un estado o noción moral, no meramente física; que es una vitalidad bendita y espiritual. Para expresar Sus dotes espirituales más elevados, nuestro bendito Señor no emplea ningún término con más frecuencia que "luz". Ahora, esta luz está en sí misma perpetuamente conectada con Sus descripciones o insinuaciones de la vida que iba a conferir. "Mis seguidores tendrán la 'luz de la vida'", declara a los fariseos; mientras que la sombra de la muerte es, como saben, el tipo constante de un estado de ruina espiritual desesperada.

II. Cuanto más reflexione sobre este poderoso tema, más verá que la oferta de Cristo, en lugar de limitarse a cualquiera de las formas de vida, las abarca todas; que debe resucitar a los muertos como Juez y Salvador, para castigar y salvar; que confiere un principio vivificante de vida espiritual al alma, que debe pasar la tumba, porque nada santo puede perecer; participa de la naturaleza Divina; es semilla incorruptible y debe florecer en el Paraíso; finalmente, que de este último estado consumado Él es también Señor y Donante, y en el amor se regocijará al contemplar la misma luz que una vez fue el amanecer y que, en el futuro, se posa en ese mediodía que no conoce la puesta de sol.

III. "El que guarda mi palabra, no verá muerte jamás". Han pasado más de un siglo oscuro desde que los muros del templo hicieron eco de estas gloriosas palabras, palabras que uno podría pensar que, pronunciadas de Dios al hombre, bien podrían cambiar la faz del mundo. No es una adopción momentánea de la fe y la ley de Cristo para la cual la vida eterna es la recompensa prometida. Dios no se dignará a ocupar su lugar entre las modas del día. El cristianismo es una vida nueva .

W. Archer Butler, Sermones doctrinales y prácticos, pág. 90.

Referencias: Juan 8:51 . Revista del clérigo, vol. iv., pág. 89; H. Wilmot-Buxton, La vida del deber, vol. i., pág. 176. Juan 8:54 . Púlpito contemporáneo, vol. ix., pág. 241.

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