Juan 8:56

El día de Cristo o las alegrías navideñas

I. El texto no nos dice que Abraham tuvo una previsión clara de la manera en que nació Cristo. Ese era un misterio que permaneció encerrado en las cámaras secretas de los consejos de Dios, hasta que le pareció bien al Espíritu Santo revelárselo al profeta Isaías. Pero el significado de las palabras Mi día en el texto debe ser claramente el día o la temporada de la venida de Cristo y la morada en la tierra, el día o la temporada de esa vida terrenal en la que Él entró.

Este, entonces, es el día que nuestro padre Abraham se regocijó de haberlo visto, el día de la venida de Aquel en quien todas las naciones de la tierra serían bendecidas, el día de la venida de Cristo a morar sobre la tierra, a fin de para librar a la humanidad de sus pecados.

II. Si tenemos el espíritu de Abraham, si tenemos la fe de Abraham, debemos regocijarnos, como se regocijó Abraham, en el pensamiento de que veremos el día de Cristo. El cristiano debe regocijarse por la venida de Cristo, porque el que es el Señor de la luz y la vida trae tanto uno como el otro. Esto lo hizo, cuando vino por primera vez, a todo el mundo. El mundo entero yacía en tinieblas y en la sombra de la muerte, cuando el Sol de justicia se levantó y convirtió sus tinieblas en luz, su noche en día.

El mundo entero estaba podrido de corazón y paralizado en todos sus miembros cuando Cristo vino y sopló su espíritu en él y dijo: "Levántate y anda". Y como sucedió con el mundo entero, cuando Cristo vino por primera vez, como en este día, para librarlo de sus tinieblas mortíferas, así sucede todavía con el alma de todos aquellos a quienes Cristo viene por primera vez. Estas, entonces, son las razones por las que debemos regocijarnos en la venida de Cristo; que, mientras que sin Cristo somos ciegos, Cristo abre nuestros ojos y nos permite ver; que mientras que sin Cristo somos sordos, Cristo nos capacita para oír; que mientras que sin Cristo estamos en tinieblas y no sabemos dónde estamos ni adónde vamos, Cristo arroja la luz más clara y brillante tanto sobre nosotros como sobre todo lo que nos rodea: que, además, mientras que sin Cristo estamos atados con las cadenas del pecado , Cristo vino para romper esas cadenas y entregarnos a la gloriosa libertad de los hijos de Dios; en una palabra que, mientras que sin Cristo estamos sin Dios en el mundo, Cristo nos ha unido a Dios que, mientras que sin Cristo estamos en guerra con Dios, entre nosotros y con nosotros mismos, Cristo vino a traernos paz con nosotros mismos, con los demás y con Dios.

JC Hare, Sermones en la iglesia de Herstmonceux, p. 111.

Referencias: Juan 8:56 . Revista del clérigo, vol. iv., pág. 20; Homilista, tercera serie, vol. iii., pág. 151.

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