Juan 8:58

El texto es uno de esos raros pasajes en los que Jesucristo parece apoyarse en su propia dignidad, en el que el humilde, el humilde, el irresistible Hijo del hombre afirma su alto origen, afirmando ser Dios, porque no equivale a menos: Dios desde la eternidad. "Antes que Abraham fuera, yo soy".

I. Abraham se regocijó de ver el día de Cristo. Tuvo un vislumbre de ese día del nacimiento de Jesucristo, nacido de la Virgen María, como también vislumbró la manera en que Jesucristo debería obrar nuestra redención. Tomó a su hijo Isaac y lo ofreció en el monte Moriah a ese Isaac tan sumamente querido, de quien se dijo que "en Isaac te será llamada descendencia". Le ofreció su única esperanza de convertirse en padre de muchas naciones.

Y ese acto de Abraham, ese acto de fe, le fue contado por justicia; y se le considera para siempre como el padre de los fieles. A él, como escribe San Pablo, "La Escritura, previendo que Dios justificaría a los paganos por la fe, predicó antes del Evangelio, diciendo: En ti serán benditas todas las naciones".

II. Jesucristo mismo vivió antes de que naciera Abraham. Siempre que se dice que Dios tiene comunión y es visible para el hombre, es en la Segunda Persona de la Santísima Trinidad, Dios, el Hijo, Jesucristo. Él es quien nos declara al Padre. Es Él quien representa a Dios para nosotros, y Él mismo es Dios, Jesucristo. Este era el que hablaba y se llamaba amigo de Abraham. Fue Él quien fue el Dador de la Ley a Moisés, es Él por cuya agencia fueron hechos los mundos, Dios, la Deidad Suprema, habita en la luz a la que ningún hombre puede acercarse: pero Jesucristo, que es la imagen del Dios Invisible, nos ha manifestado, dado a conocer, declarado lo que es Dios; cuán bueno, cuán misericordioso, cuán dispuesto a perdonar y cuán rico en misericordia para aquellos que lo invocan.

De ello se sigue, entonces, que debemos honrarlo y adorarlo como Dios, debemos acercarnos con toda reverencia, con toda santidad, con la cabeza y el corazón inclinados, para presentar nuestra súplica ante Él.

RDB Rawnsley, Village Sermons, tercera serie, pág. 62.

Referencias: Juan 8:58 . GT Coster, Christian World Pulpit, vol. xvi., pág. 88; C. Kingsley, Día de Todos los Santos y Otros Sermones, pág. 116. Juan 8:59 . J. Keble, Sermones de la Septuagésima al Miércoles de Ceniza, pág. 34 3 Juan 1:8 : 59.

AP Stanley, Trescientos bosquejos del Nuevo Testamento, pág. 79; Sermones sencillos de los colaboradores de "Tracts for the Times", vol. vii., pág. 57. Juan 9:1 . T. Birkett Dover, El Ministerio de la Misericordia, p. 12 3 Juan 1:9 : 1. Revista homilética, vol. xii., pág. 103; SG Matthews, Christian World Pulpit, vol. xiv., pág. 266; J. Keble, Sermones en varias ocasiones, pág. 475.

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