Bendito es el que lee, y los que oyen las palabras de esta profecía, y guardan las cosas en ella escritas; porque el tiempo está a la mano.

Ver. 3. Bienaventurado el que lee ] sc. Con atención, cariño, aplicación y práctica; como saber que este libro tiene tot sacramenta, "verba", tantas palabras, tantos misterios (Jerónimo epist, ad Paulin.); y que estas palabras son vivenda non legenda, no más para leer que para vivir, como se dijo una vez del Salmo 119. (Aegid. Abbas Norimberg.) Tampoco debemos solo vivir a la altura de las palabras de esta profecía, sino morir por ella también, y contentarnos con ser quemados con ella, si se nos llama a ello; como aquel santo mártir, que cuando vio la Revelación arrojada al fuego con él, gritó: ¡ Oh beata Apocalypsis, quam bene mecum agitur qui tecum comburar! ¡Oh bendita Revelación, cuán feliz soy de ser quemado en tu compañía!

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