Tú, pues, que enseñas a otro, ¿no te enseñas a ti mismo? Tú que predicas que el hombre no debe robar, ¿robas tú?

Ver. 21. ¿No te enseñas a ti mismo? ] El que sabe bien y hace lo peor es como un llorón que lleva una antorcha en la mano para mostrar a los demás sus propias deformidades. He leído acerca de una mujer que, viviendo en una duda profesada de la Deidad, después de una mejor iluminación y arrepentimiento, a menudo protestaba que la vida viciosa de un gran erudito en esa ciudad evocaba esas malditas dudas en su alma.

Neronis illud (quautus artifex pereo?) Quadrabit in te peritum et periturum. Ese es el mejor sermón que se extrae del propio pecho de un hombre. Se decía que la enseñanza y la vida de Orígenes eran una sola cosa. Eusebio dijo que predicaba no solo con sus palabras, sino con su práctica; y que de ese modo casi había persuadido al emperador Alejandro Severo de que fuera cristiano; a su madre Mammaea convenció plenamente.

Pero Fernando I, emperador, se quejaba de algunos teólogos de que estaban in sua ipsorum vitia fecundi satis, amargados contra los vicios de los demás que demasiado favorecían en sí mismos. a

a Non verbis solum sed eximis Grammatici de Ulisis erroribus disarentes suos non vident. Berna.

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