1-5 Cristo, en su persona, sus oficios y sus sufrimientos, es la suma y la sustancia del Evangelio, y debe ser el gran tema de la predicación de un ministro evangélico, pero no para dejar de lado otras partes de la verdad y la voluntad reveladas de Dios. Pablo predicó todo el consejo de Dios. Pocos conocen el temor y el temblor de los ministros fieles, por un profundo sentido de su propia debilidad Saben cuán insuficientes son, y temen por sí mismos. Cuando se predica claramente nada más que Cristo crucificado, el éxito debe provenir enteramente del poder divino que acompaña a la palabra, y así los hombres son llevados a creer, para la salvación de sus almas.

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