1-8 No basta con permanecer en la fe del Evangelio, sino que debemos abundar en la obra de la fe. La regla según la cual todos deben caminar y actuar, son los mandamientos dados por el Señor Jesucristo. La santificación, en la renovación de sus almas bajo las influencias del Espíritu Santo, y la atención a los deberes señalados, constituyen la voluntad de Dios respecto a ellos. Al aspirar a esta renovación del alma para la santidad, se debe poner un estricto freno a los apetitos y sentidos del cuerpo, y a los pensamientos e inclinaciones de la voluntad, que conducen a usos incorrectos de los mismos. El Señor no llama a nadie a su familia para que viva una vida impía, sino para que se le enseñe y capacite a caminar ante él en santidad. Algunos se burlan de los preceptos de la santidad, porque los oyen de los hombres; pero son mandatos de Dios, y quebrantarlos es despreciar a Dios.

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