12-20 El apóstol estaba prisionero en Roma; y para quitarse la ofensa de la cruz, muestra la sabiduría y la bondad de Dios en sus sufrimientos. Estas cosas lo dieron a conocer, donde de otro modo nunca habría sido conocido; y llevaron a algunos a indagar sobre el evangelio. Sufrió de falsos amigos, así como de enemigos. ¡Qué miserable es el temperamento de los que predicaban a Cristo por envidia y contienda, y para añadir aflicción a los lazos que oprimían a este gran hombre! El apóstol fue fácil en medio de todo. Puesto que nuestros problemas pueden tender al bien de muchos, debemos alegrarnos. Todo lo que se vuelve hacia nuestra salvación, es por el Espíritu de Cristo; y la oración es el medio señalado para buscarla. Nuestra más ferviente expectativa y esperanza no debe ser honrado por los hombres, o escapar de la cruz, sino ser sostenido en medio de la tentación, el desprecio y la aflicción. Dejemos en manos de Cristo la forma en que nos hará útiles para su gloria, ya sea mediante el trabajo o el sufrimiento, mediante la diligencia o la paciencia, viviendo para su honor al trabajar para él, o muriendo para su honor al sufrir por él.

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