1-5 Debemos llevar las cargas de los demás. Así cumpliremos la ley de Cristo. Esto nos obliga a ser tolerantes y compasivos unos con otros, de acuerdo con su ejemplo. Nos conviene llevar las cargas de los demás, como compañeros de viaje. Es muy común que un hombre se considere más sabio y mejor que otros hombres, y que sea capaz de dictarles. Tal persona se engaña a sí misma; al pretender lo que no tiene, se engaña a sí misma, y tarde o temprano encontrará los tristes efectos. Esto nunca ganará la estima, ni de Dios ni de los hombres. Se aconseja que cada uno pruebe su propia obra. Cuanto mejor conozcamos nuestros propios corazones y caminos, menos despreciaremos a los demás, y más dispuestos estaremos a ayudarlos en sus enfermedades y aflicciones. Por muy ligeros que les parezcan los pecados a los hombres cuando los cometen, se encontrarán con una pesada carga cuando lleguen a contar con Dios sobre ellos. Ningún hombre puede pagar un rescate por su hermano; y el pecado es una carga para el alma. Es una carga espiritual; y cuanto menos lo sienta un hombre como tal, más motivos tendrá para sospechar de sí mismo. La mayoría de los hombres están muertos en sus pecados, y por lo tanto no tienen la vista o el sentido de la carga espiritual del pecado. Al sentir el peso y la carga de nuestros pecados, debemos tratar de ser aliviados por el Salvador, y ser advertidos contra todo pecado.

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