27-42 Los discípulos se extrañaron de que Cristo hablara así con un samaritano. Sin embargo, sabían que era por alguna buena razón y para algún buen fin. Así, cuando se presentan dificultades particulares en la palabra y la providencia de Dios, es bueno cerciorarse de que todo lo que dice y hace Jesucristo está bien. Dos cosas afectaron a la mujer. La extensión de su conocimiento. Cristo conoce todos los pensamientos, palabras y acciones de todos los hijos de los hombres. Y el poder de su palabra. Le dijo los pecados secretos con poder. Ella se fijó en esa parte del discurso de Cristo, que muchos pensarían que habría sido más tímida de repetir; pero el conocimiento de Cristo, al que somos llevados por la convicción de pecado, es más probable que sea sólido y salvador. Vinieron a él: los que quieren conocer a Cristo, deben encontrarlo donde él registra su nombre. Nuestro Maestro nos ha dejado un ejemplo, para que aprendamos a hacer la voluntad de Dios como él lo hizo; con diligencia, como los que hacen un negocio de ello; con deleite y placer en ello. Cristo compara su trabajo con el trabajo de la cosecha. La cosecha es señalada y esperada antes de que llegue; así fue el evangelio. El tiempo de la cosecha es un tiempo de trabajo; todos deben estar entonces trabajando. El tiempo de la cosecha es un tiempo corto, y el trabajo de la cosecha debe hacerse en ese momento, o no hacerse en absoluto; así que el tiempo del evangelio es una estación, que si una vez ha pasado, no puede ser recordada. A veces Dios se sirve de instrumentos muy débiles e improbables para comenzar y llevar a cabo una buena obra. Nuestro Salvador, enseñando a una pobre mujer, difundió el conocimiento a toda una ciudad. Bienaventurados los que no se ofenden de Cristo. Los que son enseñados por Dios, están verdaderamente deseosos de aprender más. Se añade mucho a la alabanza de nuestro amor a Cristo y a su palabra, si vence los prejuicios. Su fe creció. En cuanto a la materia: creían que era el Salvador, no sólo de los judíos, sino del mundo. En su certeza: sabemos que éste es realmente el Cristo. Y en el fundamento de la misma, porque nosotros mismos le hemos oído.

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