5-13  Cristo anima a la fervorosidad y a la constancia en la oración. Debemos venir por lo que necesitamos, como hace un hombre con su vecino o amigo, que es amable con él. Debemos acudir por el pan; por lo que es necesario. Si Dios no responde a nuestras oraciones rápidamente, lo hará a su debido tiempo, si seguimos orando. Obsérvese por qué hay que orar; debemos pedir el Espíritu Santo, no sólo como necesario para que podamos orar bien, sino porque todas las bendiciones espirituales están incluidas en aquél. Porque por las influencias del Espíritu Santo somos llevados a conocer a Dios y a nosotros mismos, a arrepentirnos, a creer y a amar a Cristo, y así nos sentimos cómodos en este mundo, y nos preparamos para la felicidad en el otro. Todas estas bendiciones nuestro Padre celestial está más dispuesto a concederlas a todo el que las pide, que un padre indulgente a dar de comer a un niño hambriento. Y esta es la ventaja de la oración de fe, que aquieta y establece el corazón en Dios.

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