1-16 Los judíos se creían un pueblo santo, con derecho a sus privilegios por derecho, mientras eran ingratos, rebeldes e injustos. Pero a todos los que actúan así, de cualquier nación, edad y descripción, se les debe recordar que el juicio de Dios será de acuerdo con su verdadero carácter. El caso es tan claro, que podemos apelar a los propios pensamientos del pecador. En todo pecado deliberado hay un desprecio de la bondad de Dios. Y aunque las ramas de la desobediencia del hombre son muy variadas, todas brotan de la misma raíz. Pero en el verdadero arrepentimiento, debe haber odio a la pecaminosidad anterior, a partir de un cambio operado en el estado de la mente, que la dispone a elegir el bien y a rechazar el mal. También muestra un sentido de miseria interior. Tal es el gran cambio que se produce en el arrepentimiento, es la conversión, y lo necesita todo ser humano. La ruina de los pecadores es su caminar tras un corazón duro e impenitente. Sus acciones pecaminosas se expresan con las fuertes palabras: "atesorando ira". En la descripción del hombre justo, nótese la plena exigencia de la ley. Exige que los motivos sean puros, y rechaza todas las acciones por ambición o fines terrenales. En la descripción del injusto, la contención se presenta como el principio de todo mal. La voluntad humana está en estado de enemistad con Dios. Incluso los gentiles, que no tenían la ley escrita, la tenían en su interior, que les indicaba lo que debían hacer por la luz de la naturaleza. La conciencia es un testigo, y la primera o la última dará testimonio. Como la naturaleza. La conciencia es un testigo, y el primero o el último dará testimonio. Según guardaran o rompieran estas leyes y dictados naturales, sus conciencias los absolverían o condenarían. Nada dice más terror a los pecadores, y más consuelo a los santos, que el hecho de que Cristo será el Juez. Los servicios secretos serán recompensados, los pecados secretos serán entonces castigados y sacados a la luz.

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