19-21 En lugar de culpar a Dios bajo nuestras pruebas, abramos nuestros oídos y nuestros corazones para aprender lo que él enseña con ellas. Y si los hombres quieren gobernar sus lenguas, deben gobernar sus pasiones. Lo peor que podemos traer a cualquier disputa, es la ira. Aquí hay una exhortación a despojarse de todas las prácticas pecaminosas, y a desprenderse de ellas como de una prenda sucia. Esto debe abarcar los pecados de pensamiento y de afecto, así como de palabra y de práctica; todo lo que es corrupto y pecaminoso. Debemos someternos a la palabra de Dios, con mentes humildes y enseñables. Estar dispuestos a escuchar nuestras faltas, tomándolas no sólo con paciencia, sino con agradecimiento. El propósito de la palabra de Dios es hacernos sabios para la salvación; y quienes se proponen fines mezquinos o bajos al atenderla, deshonran el evangelio y decepcionan sus propias almas.

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