οὐκ ἄρα σὺ εἶ , entonces no eres (como supuse que eras). Probablemente San Pablo ya se había dirigido a él en griego.

ὁ Αἰγύπτιος , el egipcio . La persona a la que aquí se alude era un personaje bastante formidable, si sólo contamos sus seguidores en cuatro mil forajidos. Josefo ( Ant. xx. 8. 6; Bell. J. II. 13. 5) cuenta cómo fue uno de los muchos impostores de la época, y que cuando Félix era gobernador vino a Jerusalén, se entregó como profeta, reunió al pueblo en el monte de los Olivos en número de unos 30.000, diciéndoles que a su palabra se derrumbarían los muros de Jerusalén, y entonces podrían entrar en la ciudad.

Felix con los soldados romanos salió contra él. El impostor y una parte de sus seguidores huyeron, pero un gran número fueron asesinados y otros hechos prisioneros. La narración de Josefo no concuerda con el relato de San Lucas, pero si la primera es correcta, bien podemos suponer que los números y la ocasión de que habla el capitán en jefe se relacionan con un evento anterior a esa gran reunión en el Monte de Olivos. La fama del impostor puede haber crecido; de hecho, debe haberlo hecho antes de que pudiera reunir el número de adherentes de los que habla Josefo.

ἀναστατώσας καὶ ἐξαγαγών , que incitó a la sedición y la guió . ἀναστατόω se encuentra, al lado de aquí, en Hechos 17:6 ; Gálatas 5:12 , y siempre está activo. Entonces ἄνδρας debe regirse por estos dos verbos, y no, como en AV, solo por el último.

τῶν σικαρίων , de los asesinos . σικάριοι es una palabra derivada del latín sica = daga, e importada al griego. Josefo ( B. J. II. 13. 3) en un relato de las bandas sin ley que infestaban Judea en estos tiempos, dice (después de relatar cómo un notorio ladrón llamado Eleazar había sido tomado con sus seguidores y enviado encadenado a Roma): 'Pero cuando el país quedó así despejado, surgió otra clase de saqueadores en Jerusalén llamados sicarios.

Matan hombres a la luz del día en medio de la ciudad. Particularmente en las fiestas se mezclan con la multitud, portando pequeñas dagas escondidas bajo sus ropas. Con estos hieren a sus adversarios, y cuando han caído los asesinos se mezclan con la multitud y se unen al clamor contra el crimen. Así pasaron insospechados durante mucho tiempo. Una de sus primeras víctimas fue Jonatán el sumo sacerdote. Para más avisos de los Sicarios cf. Josefo B.J. _ II. 17, 6 y Ant. XX. 8. 10.

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