"Esta es la verdad que os digo: si alguno guarda mi palabra, no verá la muerte para siempre". Los judíos le dijeron: "Ahora sabemos que estás loco. Abraham murió y también los profetas, pero tú dices: 'El que guarda mi palabra, no probará la muerte para siempre'. ¿No sois vosotros mayores que nuestro padre Abraham, que murió? Y también murieron los profetas. ¿Quién os hacéis pasar por vosotros? Jesús respondió: "Es mi Padre quien me glorifica, ese Padre, que, usted afirma, es su Dios, y sin embargo no sabe nada acerca de él. Pero yo lo conozco. Si tuviera que decir que no lo conozco, yo sería un mentiroso, como tú. Pero yo lo conozco y cumplo su palabra.

Este capítulo pasa de un relámpago a un relámpago de asombro. Jesús hace reclamo tras reclamo, cada uno más tremendo que el anterior. Aquí él afirma que si alguien guarda sus palabras, nunca conocerá la muerte. Sorprendió a los judíos. Zacarías había dicho: "Vuestros padres, ¿dónde están? Y los profetas, ¿viven para siempre?" ( Zacarías 1:5 ).

Abraham estaba muerto; los profetas estaban muertos; ¿Y no habían guardado ellos, en su día y generación, la palabra de Dios? ¿Quién es Jesús para ponerse por encima de los grandes de la fe? Es la mentalidad literal de los judíos lo que bloquea su inteligencia. No es la vida física y la muerte física en lo que Jesús está pensando. Quiere decir que, para el hombre que lo acepta plenamente, la muerte ha perdido su finalidad; ha entrado en una relación con Dios que ni el tiempo ni la eternidad pueden romper. Él va, no de vida a muerte, sino de vida a vida; la muerte es sólo la introducción a la presencia más cercana de Dios.

A partir de ahí, Jesús pasa a hacer una gran declaración: todo verdadero honor debe venir de Dios. No es difícil honrarse a uno mismo; es bastante fácil -de hecho, fatalmente fácil- disfrutar del sol de la propia aprobación. No es demasiado difícil ganar el honor de los hombres; el mundo honra al hombre exitoso. Pero el verdadero honor es el honor que sólo la eternidad puede revelar; y los veredictos de la eternidad no son los veredictos del tiempo.

Entonces Jesús hace las dos afirmaciones que son el fundamento mismo de su vida.

(i) Afirma un conocimiento único de Dios. Afirma conocerlo como nadie más lo ha conocido ni lo hará jamás. Tampoco rebajará esa pretensión, porque hacerlo sería una mentira. El único camino al pleno conocimiento del corazón y la mente de Dios es a través de Jesucristo. Con nuestra propia mente podemos alcanzar fragmentos de conocimiento acerca de Dios; pero sólo en Jesucristo está el orbe pleno de la verdad, porque sólo en él vemos cómo es Dios.

(ii) Afirma obediencia única a Dios. Mirar a Jesús es poder decir; "Así es como Dios quiere que viva". Mirar su vida es decir: "Esto es servir a Dios".

Solo en Jesús vemos lo que Dios quiere que sepamos y lo que Dios quiere que seamos.

EL TREMENDO RECLAMO ( Juan 8:56-59 )

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