11. Ahora no hay castigo, etc. Esto agrega, para que no midamos los castigos de Dios por nuestros sentimientos actuales; porque muestra que somos como niños que temen la vara y la evitan tanto como pueden, porque debido a su edad aún no pueden juzgar cuán útil puede ser para ellos. El objeto, entonces, de esta advertencia es que los castigos no pueden estimarse correctamente si se juzga de acuerdo con lo que la carne siente debajo de ellos, y que por lo tanto debemos fijar nuestros ojos en el final: así recibiremos el fruto pacífico de la justicia. Y por el fruto de la justicia se refiere al temor del Señor y a una vida santa y santa, de la cual la cruz es el maestro. Él lo llama pacífico, porque en las adversidades estamos alarmados e inquietos, siendo tentados por la impaciencia, que siempre es ruidosa e inquieta; pero siendo castigados, reconocemos con resignación lo rentable que nos resultó eso que antes parecía amargo y doloroso. (251)

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