20. Desde sus cosas invisibles, (46) etc. Dios es invisible en sí mismo; pero a medida que su majestad brilla en sus obras y en sus criaturas en todas partes, los hombres deberían reconocerlo en estas, porque claramente exponen a su Hacedor: y por esta razón el Apóstol en su Epístola a los Hebreos dice que este mundo es un espejo, o la representación de cosas invisibles. Él no menciona todos los detalles que pueden considerarse pertenecientes a Dios; pero él dice que podemos llegar al conocimiento de su poder eterno y divinidad; (47) porque el que es el enmarcador de todas las cosas, debe ser necesariamente sin principio y de sí mismo. Cuando llegamos a este punto, nos conocemos la divinidad, que no puede existir excepto acompañada de todos los atributos de un Dios, ya que todos están incluidos en esa idea.

Para que sean inexcusables. Por lo tanto, parece claramente cuál es la consecuencia de tener esta evidencia: que los hombres no pueden alegar nada ante el tribunal de Dios con el propósito de demostrar que no están condenados con justicia. Sin embargo, que se recuerde esta diferencia, que la manifestación de Dios, mediante la cual él da a conocer su gloria en su creación, es, con respecto a la luz misma, suficientemente clara; pero que debido a nuestra ceguera, no se encuentra que sea suficiente. Sin embargo, no somos tan ciegos, que podemos alegar nuestra ignorancia como una excusa para nuestra perversidad. Concebimos que hay una Deidad; y luego concluimos que quienquiera que sea, debe ser adorado: pero nuestra razón aquí falla, porque no puede determinar quién o qué clase de ser es Dios. De ahí que el Apóstol en Hebreos 11:3 atribuya a la fe la luz por la cual el hombre puede obtener conocimiento real de la obra de la creación, y no sin razón; porque nuestra ceguera nos impide, de modo que no lleguemos al final a la vista; Aún vemos hasta ahora, que no podemos pretender ninguna excusa. Ambas cosas son expuestas sorprendentemente por Pablo en Hechos 14:16, cuando dice que el Señor en tiempos pasados ​​dejó a las naciones en su ignorancia, y sin embargo no las dejó sin testigo (amarturon) ya que les dio lluvia y fertilidad del cielo. Pero este conocimiento de Dios, que solo sirve para quitar la excusa, difiere mucho de lo que trae salvación, que Cristo menciona en Juan 17:3, y en el que debemos gloriarnos, como Jeremías nos enseña, Jeremias 9:24

[Venema], en su nota sobre este pasaje, muestra que la bondad era considerada por muchos paganos como el atributo principal de la Deidad. Entre los griegos, la bondad — τὸ ἀγαθὸν, era la expresión por la cual se distinguía al Ser Supremo. Y parece evidente por el contexto que el Apóstol incluyó esta idea especialmente en la palabra θείοτης. - Ed

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