Νυνὶ δὲ οὐκέτι ἐγὼ κατεργάζομαι αὐτό. ἐγὼ es el verdadero yo, y enfático. Tal como están las cosas, en vista de los hechos que acabamos de explicar, no es el verdadero yo el responsable de esta línea de conducta, sino el pecado que tiene su morada en el hombre: contrastar Romanos 8:11 τὸ ἐνοικοῦν αὐτοῦ πνεῦμα ἐν ὑμῖν.

“Pablo dijo: 'Ya no soy yo el que lo hace, sino el pecado que mora en mí', y 'Yo vivo, pero no yo; sino Cristo que vive en mí'; y estos dos dichos de su toque en lo indecible” (Dr. John Duncan). Para salvarse del pecado, el hombre debe al mismo tiempo reconocerlo y repudiarlo; es esta paradoja práctica la que se refleja en este versículo. Es seguro para un cristiano como Pablo, no es seguro para todos explicar sus fallas con la consigna, No yo, sino el pecado que habita en nosotros. Eso podría ser antinómico o maniqueo, así como evangélico. Un verdadero santo puede decirlo en un momento de pasión, pero un pecador haría mejor en no convertirlo en un principio.

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