No más yo, sino pecado ; no es mi inclinación habitual, mi deseo predominante, infringir la ley. No amo la transgresión, sino que la aborrezco; sin embargo, ofendo en muchas cosas, y en todas estoy destituido de la obediencia perfecta, por el poder de la tentación y la fuerza de mis propias propensiones al mal, que aún no han desaparecido por completo. Santiago 3:2 ; 1 Juan 1:8 .

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