versión 3. El fervor y la fidelidad así recomendados, con toda la delicadeza y la laboriosidad paciente posibles en la aplicación, se refuerzan ahora mediante una referencia a las tendencias previstas del futuro: Porque habrá un tiempo en que no soportarán la sana instrucción (o doctrina, es decir, del evangelio), sino que se amontonarán maestros conforme a sus propias concupiscencias, teniendo comezón de oír los oídos, es decir, que siempre estaban punzantes con un deseo inquieto por lo que complacería el gusto de un corazón carnal y obstinado. .

El mal se dibuja en colores muy llamativos, especialmente considerando que es de personas que todavía profesan estar dentro del ámbito de la iglesia cristiana de las que habla el apóstol. Pero la delimitación es por lo demás indefinida; él simplemente dice que habrá un tiempo o estación en que tales cosas sucedan, e insta a proseguir la obra ministerial según el estilo y el carácter que ha descrito, como el único medio de posponer su llegada.

En el espíritu de profecía sabía que vendría; fue sólo una de las fases de corrupción y reincidencia que caracterizarían los últimos días. Y nosotros que ahora vivimos en este período avanzado de ellos, no tenemos dificultad en señalar hechos que corroboran ampliamente los presentimientos del apóstol; no sólo en estos últimos tiempos de discordia y desunión en la cristiandad protestante, sino mucho más en aquellos antiguos y llamados tiempos felices, cuando la iglesia visible todavía era en cierto modo una.

Porque nadie que haya leído con algún grado de imparcialidad la historia de aquellos tiempos, y con discernimiento para comprender las lecciones que enseña, puede ignorar que el apartarse de la sana doctrina apostólica, y deslizarse hacia el ascetismo, el legalismo, el interminable las farsas y las supersticiones, que se consolidaron en el cristianismo medieval y romano, crecieron precisamente de la manera aquí indicada.

Hombres llegaron a la iglesia desde las filas de la superstición pagana y la filosofía gentil, trayendo consigo muchas nociones falsas y prácticas degradantes que deberían haberse dejado atrás; y los maestros de la iglesia, acomodándose imprudentemente a estos, predicaron para satisfacer la comezón de oídos que deberían haber reprendido, y retuvieron la palabra pura que habría detenido la afluencia del mal.

En consecuencia, cuanto más crecía la iglesia como una institución exterior, creciendo en ese sentido, de hecho, con demasiada rapidez, menos siempre se convertía en el número de los que soportaban la sana doctrina, hasta que se encontraban solo en huecos y rincones, o, cuando ocasionalmente ocupaban lugares más conspicuos, estaba en riesgo de sus vidas. Hay suficiente de esta comezón por la falsa doctrina en las comunidades dispersas del protestantismo para humillar y entristecer cualquier corazón cristiano; los signos de los tiempos no dan indicios dudosos de que vendrán aún más veterinarios; pero es en el seno de la gran apostasía donde se encuentra la más marcada y triste ejemplificación de la predicción del apóstol.

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