Somos de Dios - Juan, sin duda, se refiere a sí mismo y a aquellos que enseñaron las mismas doctrinas que él. Da por sentado que aquellos a quienes escribió admitirían esto, y argumenta que es una verdad indiscutible. Les había dado tal evidencia de esto, como para establecer su carácter y reclamos sin lugar a dudas; y a menudo se refiere al hecho de que él era lo que decía ser, como un punto que estaba tan bien establecido que nadie lo cuestionaría. Ver Juan 19:35; Juan 21:24; 3 Juan 1:12. Pablo, también, con frecuencia se refiere a lo mismo respetándose a sí mismo; al hecho, un hecho que nadie supondría cuestionar, y que podría considerarse como la base de un argumento, de que él y sus compañeros apóstoles eran lo que afirmaban ser. Ver 1 Corintios 15:14; 1 Tesalonicenses 2:1. No podrían, y no deberían, todos los cristianos, y todos los ministros cristianos, vivir para que se pueda suponer lo mismo con respecto a ellos en su contacto con sus semejantes; que sus caracteres de integridad y pureza podrían ser tan claros que nadie estaría dispuesto a llamarlos en cuestión? Hay tales hombres en la iglesia y en el ministerio ahora; ¿Por qué no todos pueden ser así?

El que conoce a Dios, nos oye - Todo aquel que tenga un verdadero conocimiento del carácter de Dios recibirá nuestra doctrina. John podría suponer esto, porque no se dudaba, supuso, que él era un apóstol y un buen hombre; y si esto fuera admitido, se seguiría que aquellos que temían y amaban a Dios recibirían lo que él enseñó.

Por la presente - Por esto; a saber, por la forma en que reciben las doctrinas que les hemos enseñado.

Sepa que somos el espíritu de la verdad y el espíritu del error - Podemos distinguir a los que abrazan la verdad de los que no lo hacen. Cualesquiera que fuesen las pretensiones que pudieran establecer para la piedad, estaba claro que si no aceptaban las doctrinas enseñadas por los verdaderos apóstoles de Dios, no podrían ser considerados sus amigos; es decir, como verdaderos cristianos. Se puede agregar que la misma prueba es aplicable ahora. Aquellos que no reciben las sencillas doctrinas establecidas en la Palabra de Dios, cualesquiera que sean sus pretensiones de piedad, o cualquier celo que puedan manifestar por la causa que han defendido, no pueden tener reclamos bien fundados sobre el nombre cristiano. Una de las evidencias más claras de la verdadera piedad es la disposición a recibir todo lo que Dios ha enseñado. Compare Mateo 18:1; Marco 10:15; Santiago 1:19.

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