Porque no somos como muchos, corrompiendo la palabra de Dios, sino con sinceridad, como de Dios, delante de Dios, hablamos en Cristo. [Pero gracias sean dadas a Dios por el alivio que recibimos en Macedonia. Y las lecturas de Dios son siempre así. Nos conduce como cautivos atados, ansiosos y temblorosos en su procesión triunfal, pero constantemente nos muestra misericordia; porque la procesión es el triunfo de Cristo. Él nos conduce en esta procesión como un sacerdote que lleva un incensario, del cual el evangelio es el incienso, derramando, como un olor fragante, el conocimiento de Cristo en Éfeso, Troas, Macedonia o en todos los lugares a donde nos lleve.

Sí, nosotros mismos (porque Cristo vive en nosotros Filipenses 1:21 ) somos olor grato de Cristo para Dios, tanto para los que se salvan como para los que se pierden. Para unos el incienso de nuestra presencia es un olor mortífero, y para otros una verdadera fuente de vida, pues les hacemos a todos conscientes del triunfo de Cristo del que son parte.

Ahora bien, en todo triunfo algunos cautivos saben que son conducidos a la muerte, y otros que se acercan al momento del perdón y de la vida, y de estos destinos los tiene presentes el incienso. ¿Y quién, por lo tanto, es suficiente para la tarea de ser tal sabor de advertencia, de desesperación, de esperanza y de vida? ¿Quién podrá predicar este evangelio de vida y muerte como es debido? Al darnos cuenta de nuestra insuficiencia para tal tarea, hacemos lo mejor que podemos, porque no somos como los muchos que se nos oponen dispuestos a adulterar la palabra de Dios para hacerla popular o para satisfacer nuestros propios fines egoístas; pero, cumpliendo nuestro deber con toda sinceridad como hombres inspirados por Dios, y trabajando a la vista de Dios, hablamos bajo la autoridad de Cristo.

Se recordará que Pablo escribió estas palabras en una época en que todo el mundo estaba familiarizado con la gloriosa pompa de un triunfo romano. Cuando Lucio Mummio hubo conquistado Corinto, la procesión en su honor fue una de las más espléndidas que el mundo jamás había visto. En el año 51 dC, poco tiempo antes de que Pablo escribiera estas palabras, el emperador Claudio había celebrado su triunfo sobre los britanos, y su rey Caractaco fue conducido en el triunfo, pero se salvó.

Por lo general, cuando el vencedor llegaba al capitolio, era la señal para el asesinato de muchos de los cautivos en su honor y para el perdón de los demás. Así, el incienso de la procesión que impregnaba el aire y mantenía a los cautivos conscientes de la naturaleza del viaje en el que marchaban, estaba impregnado de esperanza o de tristeza, según las expectativas que les presentaban sus vencedores. Algunos consideran las frases "de muerte para muerte" y "de vida para vida" como meros superlativos hebreos; pero "de" indica fuente: el significado, por lo tanto, es que el evangelio, que surge de Cristo y que es predicado a través de nosotros, es para los incrédulos, pero el incienso que surge de uno crucificado y muerto, y por lo tanto es para ellos un olor de los muertos y produciendo la muerte. Mas para el que cree es sabor de vivo,

Continúa después de la publicidad
Continúa después de la publicidad

Antiguo Testamento