Por tanto, hermanos míos, también vosotros habéis sido hechos muertos a la ley por el cuerpo de Cristo; para que os unáis a otro, sí, a aquel que resucitó de los muertos, a fin de que llevemos fruto para Dios. [Mientras dura el matrimonio, el marido (ley) tiene autoridad y control sobre la mujer (humanidad). Pero la muerte rompe el vínculo del matrimonio, de modo que ambas partes quedan liberadas y libres para casarse de nuevo.

Ponga el cristiano ocupa el puesto de la parte difunta. Estaba unido a Cristo, estando en la humanidad de Cristo; y estando así en Cristo, estaba como casado con la ley, pues Cristo nació aun bajo la ley en su estricta forma mosaica ( Lucas 2:21-27 ; Gálatas 4:4 ); y vivió sujeto a esa ley ( Mateo 5:17-18 ); y murió a la ley en la muerte de cruz ( Colosenses 2:14 ).

Ahora bien, nosotros, estando unidos a Cristo en todo esto, somos, en él como nuestro representante, también muertos a la ley ( Romanos 6:6 ; Gálatas 2:19 ), para que podamos, como uno liberado por la muerte del matrimonio a la ley ( Ezequiel 16:8-38 ; Jeremias 2:2 ; Jeremias 3:14 ), tener la libertad de contraer el segundo matrimonio con y con Cristo resucitado, para que en este matrimonio sea nuestro privilegio y obligación no obedecer la ley , sino para dar fruto a Dios.

El cristiano, que disfruta de una resurrección en Cristo, obtiene un beneficio incalculable de un principio legal bien reconocido. Ordinariamente, la libertad de la ley que disfrutan los muertos no tiene ningún valor práctico para ellos; pero el cristiano resucitado, en Cristo su representante, de entre los muertos, está libre de la ley y desposado con Cristo.]

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