Romanos 7:4

I. "Estáis muertos". Esta muerte espiritual seguramente debe ser en algún sentido profundo, tan a menudo y con tanta seriedad es la frase reiterada la imagen mística de esa muerte de la que deriva su nombre. ¿Adónde nos conduce la muerte? "Hoy estarás conmigo en el paraíso", dijo el Señor de la Vida al penitente agonizante. Él mismo "predicó a los espíritus confinados", preservados en la ciudadela secreta de Dios; un mundo donde, como Él declaró, todos viven para Él, y cuya región más feliz quizás esté tipificada por el seno de Abraham, que los judíos emplearon para expresarlo y que nuestro Señor ha consagrado con Su adopción.

La plenitud triunfante de la gloria celestial parece exigir el cuerpo no menos que el espíritu; y que no consideremos justamente, con muchos de nuestros teólogos más seguros y santos, que hay más allá de esta escena, en alguna región solitaria del universo ilimitado, un hogar para el espíritu, encarnado o revestido, con algunos bellos y materialismo invisible, donde en la tranquila expectativa de la dicha consumada aprende el arte de la felicidad superior y entrena sus facultades para la gloria venidera.

Y como en todos nuestros cambios físicos parecen representarse cambios espirituales más esenciales, no puedo dejar de pensar que así como nuestra muerte representa la muerte espiritual que abre el curso del cristiano, este estado intermedio de santa anticipación parece representar eminentemente la bendición peculiar que sigue a la muerte para el pecado y la ley.

II. Los santos difuntos están muertos para el mundo, muertos a sus pecados, muertos a su ley vengativa. No puede proyectar su sombra sobre la tumba, y no puede prolongar una punzada de amargura, un toque de tentación. Sus olas se rompen bajo los muros de ese paraíso protegido. Estos son los franquiciados de Cristo y de la muerte; el polvo se ha convertido en polvo para que el espíritu pueda volver a Dios; han muerto en su vida eterna. Esta es la historia del santo moribundo; esos santos moribundos deben ser ustedes incluso ahora, si quieren vivir incluso ahora con Jesús.

W. Archer Butler, Sermones, segunda serie, pág. 116.

Referencias: Romanos 7:4 . El púlpito del mundo cristiano, vol. xxv., pág. 56. Romanos 7:5 . Homilista, nueva serie, vol. i., pág. 109. Romanos 7:6 . H.

W. Beecher, Christian World Pulpit, vol. iv., pág. 11; Ibíd., Sermones, décima serie, pág. 217. Romanos 7:6 ; Romanos 7:25 . Spurgeon, Sermons, vol. ix., pág. 216.

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