4. A través del cuerpo de Cristo. Cristo, por la gloriosa victoria de la cruz, primero triunfó sobre el pecado; y para que él pudiera hacer esto, era necesario que la escritura a mano, por la cual estábamos obligados, fuera cancelada. Esta escritura a mano era la ley que, mientras continuaba vigente, nos obligaba a servir (203) pecado; y por eso se llama el poder del pecado. Fue entonces cuando cancelamos esta letra que fuimos entregados a través del cuerpo de Cristo, a través de su cuerpo como fijado a la cruz. (204) Pero el Apóstol va más allá y dice que el vínculo de la ley fue destruido; no es que podamos vivir de acuerdo con nuestra propia voluntad, como una viuda, que vive como ella quiere mientras está soltera; pero que ahora podamos estar atados a otro esposo; no, para que podamos pasar de mano en mano, como dicen, es decir, de la ley a Cristo. Al mismo tiempo, suaviza la aspereza de la expresión al decir que Cristo, para unirnos a su propio cuerpo, nos liberó del yugo de la ley. Porque aunque Cristo se sometió a la ley por un tiempo por su propia cuenta, todavía no es correcto decir que la ley gobernó sobre él. Además, transmite a sus propios miembros la libertad que él mismo posee. No es de extrañar que exima a los del yugo de la ley, a quien une por un vínculo sagrado consigo mismo, para que puedan ser un solo cuerpo en él.

Incluso el que ha resucitado, etc. Ya hemos dicho, que Cristo es sustituido por la ley, para que no se pretenda ninguna libertad sin él, o para que ninguno, que aún no esté muerto para la ley, se atreva a divorciarse de ella. . Pero él adopta aquí una oración perifrástica para denotar la eternidad de esa vida que Cristo alcanzó con su resurrección, para que los cristianos puedan saber que esta conexión debe ser perpetua. Pero del matrimonio espiritual entre Cristo y su Iglesia, él habla más plenamente en Efesios 6

Para que podamos dar fruto a Dios. Él siempre anexa la causa final, para que nadie se entregue a la libertad de su carne y sus propios deseos, bajo el pretexto de que Cristo los libró de la esclavitud de la ley; porque él nos ha ofrecido, junto con él mismo, como sacrificio al Padre, y nos regenera para este fin, para que con la novedad de la vida podamos dar fruto a Dios; y sabemos que los frutos que nuestro Padre celestial requiere de nosotros somos los de santidad y justicia. De hecho, no es una disminución de nuestra libertad que sirvamos a Dios; es más, si deseamos disfrutar de un beneficio tan grande como el que hay en Cristo, de ahora en adelante no será correcto que entretengamos otro pensamiento que el de promover la gloria de Dios; para lo cual Cristo nos ha conectado consigo mismo. De lo contrario, seguiremos siendo esclavos, no solo de la ley, sino también del pecado y de la muerte.

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