No hay miedo en el amor. Ningún miedo servil o atormentador, timidez o desconfianza puede estar donde reine el amor; pero el amor perfecto y maduro echa fuera tal temor, porque tal temor tiene tormento y por eso es incompatible con la felicidad del amor. El que teme, no se perfecciona en el amor en el sentido antes explicado. Por tanto, estudia para aumentar cada vez más ese noble afecto de amor a Dios, y encontrarás tu felicidad aumentando en proporción a él.

Observe, lector, un simple hombre natural no tiene ni el temor ni el amor de Dios; el que está despierto y convencido del pecado, tiene miedo sin amor; un bebé en Cristo, amor y temor; un padre en Cristo, ama sin miedo. Lo amamos porque él nos amó primero. Esta es la suma de toda religión, el modelo genuino del cristianismo. Nadie puede decir más; ¿Por qué debería alguien decir menos o hablar de manera menos inteligible?

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