Dios es más grande que nuestro corazón, es decir, más poderoso, dicen algunos, y por lo tanto más capaz de condenar y castigar; pero más grande en conocimiento, dicen otros; y las siguientes palabras evidentemente favorecen esta interpretación: un criminal puede tener algunas esperanzas de escapar, cuando se presenta ante un juez terrenal, aunque su propia conciencia lo condene; pero Dios nos conoce más exactamente que nosotros mismos; y aquellos cuya conciencia los condene, deben esperar que Dios ratifique la sentencia de conciencia y los condene también.

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