Aquí, repitiendo la palabra “Finalmente”, el Apóstol llega nuevamente a una conclusión, en una exhortación comprensiva a permanecer firmes en todo lo bueno sobre el fundamento que había puesto en el nombre de Cristo. La exhortación está marcada por la reiteración de una seriedad afectuosa, en la que, sin embargo, podemos (como siempre) rastrear un método subyacente. En cada par de epítetos parece haber una referencia tanto a una realidad interior como al desarrollo exterior, mediante el cual se manifiesta y perfecciona a la vez. En ambos, San Pablo quiere que crezcan a la perfección.

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