El reino de los cielos es semejante a un tesoro escondido en un campo. - Probablemente ninguna parábola de toda la serie llegó más a la imaginación de los discípulos que esta. Cada aldea tenía su historia de hombres que se habían enriquecido repentinamente al encontrar algún tesoro escondido que se había ocultado apresuradamente en tiempos de guerra o tumulto. Entonces, como ahora, había hombres que vivían con la expectativa de encontrar tales tesoros, y se suponía que todos los viajeros que eran vistos buscando en las ruinas de una antigua ciudad los perseguían.

Ya en los días de Salomón, tal búsqueda se había convertido en una parábola de la búsqueda ansiosa de la sabiduría ( Proverbios 2:4 ). Ahora se les dijo que encontraran aquello que respondiera a ello en su propia experiencia. La conducta del hombre que encuentra el tesoro, al ocultar el hecho de su descubrimiento al dueño del campo, difícilmente se corresponde con nuestras nociones de integridad, sino con las parábolas, como en el caso del mayordomo injusto ( Lucas 16:1 ) y el Juez Injusto ( Lucas 18:2 ) - no se preocupen por estas preguntas, y es suficiente con que resalten los puntos salientes - en este caso, el afán del hombre por obtener el tesoro, y el sacrificio que está listo para hacerlo.

La casuística judía, en tales asuntos, aplicó la máxima, Caveat emptor, al vendedor más que al comprador, y las mentes de los discípulos difícilmente se escandalizarían ante lo que les parecería un golpe natural de agudeza.

En la interpretación de la parábola, el caso descrito es el de un hombre que, no habiendo comenzado en la búsqueda de la santidad o la verdad, es llevado por los aparentes accidentes de la vida: un encuentro casual, una palabra dicha a tiempo, el ejemplo de una santidad viva - al conocimiento de la verdad tal como es en Jesús, es decir, a Cristo mismo, y quien, encontrando en Él una paz y un gozo por encima de todo tesoro terrenal, está dispuesto a sacrificar las riquezas inferiores para obtener las superiores .

Bien podemos creer que tal había sido la historia de los publicanos y los pescadores que formaban la compañía de los Doce. La parábola tuvo su cumplimiento en ellos cuando, por orden de su Señor, "lo abandonaron todo y lo siguieron". Tal, no hace falta decirlo, ha sido la historia de miles de santos de Dios en todas las épocas de la vida de la Iglesia desde ese día hasta hoy.

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