(7) Si decimos que no hemos pecado, lo hacemos (i) un mentiroso, y su (k) palabra no está en nosotros.

(7) Una repetición del versículo anterior, en el que condenó todos los pecados sin excepción: tanto que si alguien se persuade a sí mismo de lo contrario, hace tanto como en él miente, hace que la palabra de Dios mismo sea inútil y para nada. En efecto, sí, hace a Dios un mentiroso: porque ¿para qué en tiempos pasados ​​necesitábamos sacrificios, o ahora Cristo y el evangelio, si no somos pecadores?

(i) No solo se engañan a sí mismos, sino que son blasfemos contra Dios.

(k) Su doctrina no tendrá lugar en nosotros; es decir, en nuestros corazones.

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