(12) Por lo tanto, aunque les escribí, no lo hice por su causa que había hecho el mal, ni por su causa que sufrió el mal, sino para que nuestro cuidado por ustedes a los ojos de Dios pudiera aparecer en ustedes. (13) Por tanto, fuimos consolados en tu consuelo; sí, y mucho más nos alegramos por el gozo de Tito, porque todos ustedes refrescaron su espíritu. (14) Porque si le he glorificado en algo de ti, no me avergüenzo; pero así como les dijimos todas las cosas en verdad, así también nuestra jactancia, que hice ante Tito, es verdadera.

(15) Y su cariño interior es más abundante para con vosotros, mientras se acuerda de la obediencia de todos vosotros, cómo con temor y temblor le recibisteis. (16) Por tanto, me alegro de haber confiado en ti en todo.

No habría necesitado ninguna ocasión para ofrecer alguna observación sobre estos versículos, ya que tenían una relación particular con la Iglesia de Corinto; las circunstancias personales a las que se refirió Pablo, lo habrían hecho innecesario, si eso hubiera sido todo. Pero hay algunas cosas que se notan aquí, que tienen una tendencia general a beneficiar a toda la Iglesia de Cristo; y como tal, no debe pasarse por alto. Siempre es provechoso para los creyentes marcar en sus propias personas las benditas operaciones de la gracia.

Cuando Dios derrama un espíritu de gracia y súplica sobre cualquiera de su pueblo; es refrescante para el alma, para marcar sus propiedades y efectos de gracia. Y cuando el ojo del alma se dirige así a Cristo, hasta que el corazón se ve adecuadamente afectado por la contemplación que se derrite, la promesa de Dios se confirma y asegura. Entonces probamos la verdad de las Escrituras, y somos testigos de Dios en el punto.

Tampoco esto es todo. Porque a medida que estas cosas se relacionan con nosotros mismos, descubrimos el amor divino por el efecto. Ordenanzas, medios de gracia, culto público, ejercicios de armario; todos, y cada uno de estos, son inútiles, hasta que el Espíritu venga para darles vida y energía, como dice Pablo, he aquí esta misma cosa, cuán misericordiosamente ha obrado el Señor cuando se inducen esos efectos benditos: dolor piadoso por el pecado: cuidado para evitar el pecado: indignación contra los autores del pecado; el mundo, enemigo de las almas y de nuestros corazones corruptos: sí, un temor santo y celoso, que el Señor pone en el corazón para guardar a su pueblo del pecado, al apartarse de él: un celo por su gloria y una venganza contra todo lo que se opondría a esa gloria.

Estos efectos dulces y graciosos surgen de la primera gran causa; y demuestren que el arrepentimiento es un don de Dios, no un establecimiento del hombre, y como viene de Dios; así lleva el alma a Dios; el único que puede, y dice: No temas: Yo soy tu salvación. Espero que el lector, a través de la gracia, descubra en ambos puntos de vista la misericordia del Señor y la ventaja del hombre; y aprende a quién se le ha de dar, toda la gloria.

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