El gozo del que se habla aquí no es el gozo carnal que buscan los hombres del mundo; pero el gozo espiritual de la gracia en el corazón: y la semejanza de los cosechadores y los guerreros es extraordinariamente hermosa. El labrador siembra en esperanza; el soldado pelea en lo mismo: pero la carrera no es siempre para los veloces, ni la batalla para los fuertes. La semilla sembrada debe pasar por un proceso largo y ansioso; y el guerrero debe pasar por una campaña larga y dolorosa, antes de poder gritar: ¡Victoria! Pero la alegría de ambos es grande, cuando el final ha coronado la acción.

Tal es el gozo de lo espiritual. Cuando el Señor haya quebrantado el yugo del pecado y de Satanás, esos enemigos, más tremendos que todo el ejército de Madián, y sacado el alma de la cárcel y de la cárcel; y cuando esta batalla del guerrero, haya sido cumplida por la sangre de Cristo y el combustible del fuego del Espíritu; ¡Oh! ¡el gozo del alma en Cristo Jesús! El Profeta está aquí, bajo el espíritu de profecía, hablando de esas cosas como ya cumplidas, cuando todavía Cristo, el único autor y consumador de ellas, no ha venido.

Pero esta es una de las características de la profecía: porque lo que ciertamente sucederá, está en la mente divina como si ya se hubiera cumplido. Por eso a Cristo, que había de venir en el cumplimiento de los tiempos, se le llama el Cordero inmolado desde la fundación del mundo, Apocalipsis 13:8 .

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