Hijitos míos, no amemos de palabra, ni de lengua; sino de hecho y en verdad.

Cuando el venerable Juan ya no podía caminar a las reuniones de la Iglesia, sino que sus discípulos lo llevaban allí, siempre pronunciaba el mismo discurso; ese único mandamiento que recibió de Cristo, comprendiendo todos los demás, el rasgo distintivo del nuevo pacto, "Hijitos míos, ámense los unos a los otros". Cuando los hermanos le preguntaron por qué siempre repetía lo mismo, respondió: 'Porque es el mandamiento del Señor, y si éste se cumple, es suficiente' (Jerónimo).

De palabra - 'de palabra... con la lengua, pero de hecho y en verdad.'

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