LA EPISTOLA GENERAL DE SANTIAGO

INTRODUCCION

Esta carta es llamada por Eusebio (Historia Eclesiástica, 2:23, cerca del año 330 de nuestra era) la primera de las Epístolas Católicas; es decir, las escritas para circulación general, en distinción de las epístolas de San Pablo, que se dirigían a iglesias y personas en lo particular. En los manuscritos más antiguos del Nuevo Testamento, aun en existencia, aquéllas se hallan antes de las epístolas de San Pablo. De las mismas, sólo dos son mencionadas por Eusebio como universalmente reconocidas ("homologóumena"), a saber, la Primera de San Pedro y la Primera de San Juan. Todas, sin embargo, aparecen en todo manuscrito existente del Nuevo Testamento completo.

No es motivo de extrañeza el que las epístolas no dirigidas a iglesias particulares (y en especial una como la de Santiago, dirigida a creyentes israelitas esparcidos) fueran por mucho tiempo poco conocidas. La primera mención de ésta por su nombre, ocurre a principios del siglo tercero, en Orígenes (Comentario sobre San Juan 1:19; Juan 1:4. 306), quien nació cerca del año 185 y murió en el 254 de nuestra era. Clemente Romano la cita en su Primera Carta a los Corintios cap. 10 con Santiago 2:21, Santiago 2:23, y cap. 11 con Santiago 2:25; Hebreos 11:31). El pastor de Hermas también cita Santiago 4:7. Se cree que Ireneo (Haereses, 4. 16. 2) se refiere a Santiago 2:23. Clemente de Alejandría comenta esta carta, según Casiodoro. Efrem Siro (m. año 379; Opp. Graec. 3. 51) cita Santiago 5:1. Una prueba especialmente fuerte de su autenticidad se halla en el hecho de que formaba parte de la antigua versión siríaca, la que no contiene ninguno de los libros cuestionables ("Antilegómena", Eusebio, 3. 25), excepto la Epístola a los Hebreos. Ninguno de los padres latinos la cita antes del siglo cuarto; pero un poco después del Concilio de Nicea, fué admitida como canónica tanto por las iglesias orientales como por las occidentales, y así declarada por los Concilios de Hipona y Cartago (año 397). Esto es precisamente lo que había de esperarse; un escrito conocido sólo en parte al principio, con la posterior ampliación de su circulación y un conocimiento mejor de las pruebas de su reconocimiento entre las iglesias apostólicas—las que tenían hombres dotados del discernimiento de espíritus y capaces, por tanto, de distinguir entre escritos inspirados y espúreos, llegó a ser aceptado universalmente. Tenidos un tiempo por dudosos, los libros disputados (Santiago, 2 Pedro, 3 Juan, Judas y Apocalipsis) al fin fueron universal e indubitablemente aceptados; de modo que ningún argumento a favor de los Apócrifos del Antiguo Testamento puede deducirse del caso de aquéllos; en cuanto a éstos, la Iglesia Judaica no tenía duda alguna; los tenía siempre por no inspirados.

La objeción de Lutero a esta carta ("Epístola de paja, y desnuda de todo carácter evangélico") se debió a su idea errónea de que el capítulo dos se opone a la doctrina de la justificación por la fe, y no por obras, enseñada por San Pablo. Pero los dos apóstoles, contemplando la justificación desde dos puntos de vista distintos, armonizan perfectamente, y complementan mutuamente las definiciones el uno del otro. La fe precede al amor y a las obras del amor; pero sin éstas, la fe es muerta. San Pablo trata la fe en la justificación del pecador delante de Dios; Santiago la trata en la justificación del creyente evidentemente delante de los hombres. El error que ésta refuta era la noción judaica de que la posesión y conocimiento de la ley de Dios los justificara, aun cuando la desobedecieran (ver 1:22 con Romanos 2:17). Los textos 1:3 y 4:1, 12, claramente aluden a Romanos 5:3; Romanos 6:13; Romanos 7:23; Romanos 14:4. También el tenor del capítulo dos, sobre la "justificación", parece aludir a la enseñanza de San Pablo, con el propósito de corregir falsas ideas judaicas de una categoría diferente de las que Pablo corregía, sin ser ignoradas las mismas por él tampoco (Romanos 2:17, etc.).

San Pablo (Gálatas 2:9) arregla los nombres "Jacobo, Cefas, Juan," en el orden en que están las respectivas Epístolas. El Jacobo (Santiago) que escribió esta Epístola (según los escritores más antiguos) es llamado (Gálatas 1:19) "el her mano del Señor". Era hijo de Alfeo, o sea Cleopas (Lucas 24:13) y María, hermana de la madre de Jesús. Cotéjese Marco 15:40 con Juan 19:25, que parece identificar a la madre de Jacobo el Menor, con la esposa de Cleopas, no con la virgen María, hermana de la esposa de Cleopas. Cleopas es el hebreo; Alfeo es el modo griego de escribir el mismo nombre. Muchos, sin embargo, como Hegésipo (Eusebio, Histo. Ecle.), distingue "al hermano del Señor" del hijo de Alfeo. Pero el Evangelio según los Hebreos, citado por Jerónimo, representa a Jacobo, el hermano del Señor, como presente en la Eucaristía, y por lo tanto idéntico con el apóstol Jacobo. Así el evangelio apócrifo de Jacobo. En los Hechos, el Jacobo que fué puesto al frente en Jerusalén después de la muerte de Jacobo, hijo de Zebedeo, no se distingue de Jacobo, hijo de Alfeo. No se le menciona como uno de los hermanos del Señor en Hechos 1:14; sino que aparece como uno de los "apóstoles" (Gálatas 1:19). Se le llama "el Menor" (lit., el pequeño, Marco 15:40), para distinguirlo de Jacobo, hijo de Zebedeo. Alford considera a Jacobo, el hermano del Señor, autor de la epístola, como el mayor de los hijos de José y María, después de Jesús (ver Mateo 13:55), y piensa que Jacobo hijo de Alfeo se distingue de él por el sobrenombre de "el menor." Sus argumentos contra la identificación del hermano del Señor, obispo de Jerusalén, con el apóstol, Jacobo el Menor, son: (1) Los hermanos del Señor no creían en él en un tiempo posterior al llamamiento de los apóstoles, y por tanto, ninguno de ellos podía ser de los apóstoles (pero no se deduce de Juan 7:3, Juan 7:5, que ni uno de ellos creyera); (2) La comisión apostólica fué de predicar el evangelio por todas partes, y no de ser obispos en localidades particulares (pero es improbable que fuera obispo de Jerusalén uno que no fuese apóstol, al cual aun los apóstoles rindiesen deferencia, Hechos 15:13; Gálatas 1:19; Gálatas 2:9, Gálatas 2:12. La última orden del Salvador de predicar el evangelio por todas partes, no es inconsecuente con que cada uno tuviese una esfera particular de acción, en donde fuese obispo misionero, como se dice que Pedro lo fué en Antioquía). (Nota del Trad: Es más probable que este Jacobo sea el hermano uterino de Jesús. La "hermana de su madre" no era (otra) María, esposa de Cleopas, sino Salomé, esposa de Zebedeo y madre de Juan. Eran cuatro las mujeres que estuvieron al pie de la cruz (Juan 19:25, con Marco 15:40, etc.) Es Pablo quien lo denomina "el hermano del Señor", el cual hubiera usado otro término para expresar "primo hermano." Pablo distingue "a los hermanos del Señor" de los "demás apóstoles", entre los cuales los reconoce por destacados dirigentes (1 Corintios 9:5), y a uno de ellos por "columna" a la par de Pedro y Juan (Gálatas 2:9). Igualmente los distingue Lucas (Hechos 1:13) y los evangelios. A este "incrédulo" hermano el Señor dispuso una gracia especial, apareciéndole (1 Corintios 15:7), como tuvo igual misericordia de Saulo de Tarso, y los preparó a ambos para un "apostolado" especial).

Llevó el sobrenombre de "el Justo." Había necesidad de sabiduría especial para predicar el evangelio de tal suerte que no desestimara la ley. Como obispo de la iglesia de Jerusalén, escribe a las doce tribus, exponiéndoles el evangelio en su aspecto de relación con la ley, reverenciada como era en sumo grado por los judíos. Como las Epístolas de Pablo son un comentario sobre las doctrinas que manan de la muerte y resurrección de Cristo, así la Epístola de Santiago tiene una íntima relación con las enseñanzas del Señor, en especial con el Sermón del Monte. En ambos, la ley se representa cumplida en el amor; el lenguaje mismo es palpablemente similar (Compárese el 1:2 con Mateo 5:12; el 1:4 con Mateo 5:48; el 1:5 y 5:15 con Mateo 7:7; el 6:13 con Mateo 5:7 y 6:14, 15; el 2:10 con Mateo 5:19; el 4:4 con Mateo 6:24; el 4:11 con Mateo 7:1; el 5:2 con Mateo 6:19). Toda la epístola respira la misma justicia evangélica que el Sermón del Monte inculca como la suprema realización de la ley. El carácter mismo de Santiago de "el Justo", o sea, legalmente recto, lo predispone a esta coincidencia (ver el 1:20; 2:10; 3:18 con Mateo 5:20). También le quedaba bien para la presidencia de una iglesia aun celosa de la ley (Hechos 21:18; Gálatas 2:12). Si había quien ganase a los judíos para el evangelio, el más apto era éste, quien representaba el molde de la justicia del Antiguo Testamento, combinada con la fe evangélica (ver también el 2:8 con Mateo 5:44, Mateo 5:48). La práctica, no la profesión, es la prueba de la obediencia (ver 2:17; 4:17 con Mateo 7:21). Los pecados de la lengua, por leves que los mire el mundo, son ofensas contra la ley del amor (ver el 1:26; 3:2-18 con Mateo 5:22; también "todo juramento",Mateo 5:12 con Mateo 5:33).

La ausencia de la bendición apostólica se debe probablemente al hecho de ser dirigida no meramente a los creyentes, sino también indirectamente a judíos incrédulos. A aquéllos les encomienda la humildad, la paciencia y la oración; a éstos les dirige amonestaciones horrendas (Mateo 5:7; Mateo 4:9; Mateo 5:1).

Jacobo murió como mártir en la pascua. Esta epístola fué escrita probablemente muy poco antes. La destrucción de Jerusalén (predicha en el 5:1, etc.) sucedió un año después de su martirio, año 69. Hegésipo (citado por Eusebio, 2:23) narra que fué puesto sobre un pináculo del templo por los escribas y fariseos, que le rogaron que restringiera al pueblo que en grandes números estaba abrazando el cristianismo. "Dinos—le dijeron en presencia de la multitud reunida para la fiesta—, ¿cuál es la puerta de Jesús? Y Jacobo replicó: "¿Por qué me preguntáis tocante al Hijo del hombre? Está sentado a la diestra del poder, y vendrá de nuevo sobre las nubes del cielo". Muchos entonces exclamaron: "¡Hosana al Hijo de David!" Pero Jacobo fué arrojado de cabeza por los fariseos; y orando: "Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen", fué apedreado y golpeado a muerte con un mazo de batanero. Los judíos, como sabemos, se exasperaron por la liberación de Pablo de sus manos, y resolvieron por tanto vengarse en la persona de Jacobo. La publicación de su epístola a los israelitas dispersos, llevada a ellos probablemente por los que vinieron a las fiestas, hizo que lo aborrecieran, especialmente los de las clases altas, porque la carta predecía los ayes que pronto les caerían encima así como a la patria de ellos. Su pregunta injuriosa: "¿Cuál es la puerta de Jesús?" (eso es, ¿por cuál puerta entrará cuando vuelva?), probablemente alude a su profecía: a saber, "la venida del Señor se acerca … he aquí el Juez está delante de la puerta" (5:8, 9). Hebreos 13:7 probablemente se refiere al martirio de Jacobo, tanto tiempo obispo de los cristianos judíos de Jerusalén: "Acordaos de los que tienen (o tenían) el gobierno (espiritual) sobre vosotros, que os hablaron la palabra de Dios, la fe de los cuales imitad, considerando cuál haya sido el éxito de su conducta."

Su inspiración como apóstol está expresamente señalada en Hechos 15:19, Hechos 15:25 : "Yo juzgo …; ha parecido bien al Espíritu Santo y a nosotros …" Su autoridad episcopal se distingue por la deferencia hacia él de parte de San Pedro y San Pablo (Hechos 12:17; Hechos 21:18; Gálatas 1:19; Gálatas 2:9). El Señor se le había aparecido a él en particular después de la resurrección (1 Corintios 15:7). San Pedro en su primera epístola (universalmente reconocida desde el principio como canónica), tácitamente confirma la inspiración de la Epístola de Santiago, por la incorporación en sus propios escritos inspirados cuando menos de diez pasajes de Santiago. El "apóstol de la circuncisión" (San Pedro) y el primer obispo de Jerusalén, naturalmente, tendrían mucho en común. Véanse el 1:1 con 1 Pedro 1:1; el 1:2 con 1 Pedro 1:6; 1 Pedro 4:12; el 1:11 con 1 Pedro 1:24; el 1:18 con 1 Pedro 1:3; el 2:7 con 1 Pedro 4:14; el 3:13 con 1 Pedro 2:12; el 4:1 con 1 Pedro 2:11; el 4:6 con 1 Pedro 5:5; el 4:7 con 1 Pedro 5:6, 1 Pedro 5:9; el 4:10 con 1 Pedro 5:6; el 5:20 con 1 Pedro 4:6. El hecho de estar dictada en el griego más puro enseña que no se destinaba tan sólo a los judíos de Jerusalén, sino también a los helenistas, o sean los judíos de habla griega.

El estilo es corto, conciso y sentencioso. Un carácter hebraico atraviesa toda la Epístola, como aparece en los paralelos poéticos ocasionales (1 Pedro 3:1). Véase el 2:2: "asamblea," marginal, sinagoga. Las imágenes son argumentos analógicos, que combinan la lógica y la poesía. La elocuencia y el elemento de persuasión son características prominentes.

La similitud a Mateo, el más hebraico de los evangelios, no es sino lo que había de esperarse de parte del obispo que en Jerusalén escribiese a israelitas. En dicho evangelio se ve el superior espíritu del cristianismo colocando la ley judaica en su debido lugar. La ley se impone en su eterno espíritu, no en la letra, de la cual eran tan celosos los judios. Las doctrinas de la gracia, rasgos distintivos de la enseñanza paulina para los helenistas y gentiles, son menos prominentes, habiendo sido bien enseñadas ya por el apóstol. Santiago complementa a San Pablo, y enseña a los cristianos judíos, que seguían guardando los ritos legales hasta la caída de Jerusalén, el principio espiritual de la ley, o sea, el amor manifestado en la obediencia. Trazar el "hombre perfecto", quien continúa en la ley evangélica del amor, es el tema de la epístola.

Nota: El traductor ha preferido emplear el nombre Jacobo y prescindir del título "San" en el cuerpo de la discusión, pero retiene "Santiago" para denotar la Epístola, puesto que así aparece en todas las Biblias.

Continúa después de la publicidad