Porque la profecía no vino por voluntad humana en ningún momento. Esto es para mostrar que no deben ser expuestos por juicio privado de nadie, porque cada parte de las Sagradas Escrituras nos es entregada por el espíritu divino de Dios, con el cual fueron inspirados los hombres que las escribieron; por tanto, no deben ser interpretados sino por el espíritu de Dios, que él dejó y prometió a su Iglesia guiarla en toda verdad hasta el fin del mundo. Quizás nuestros adversarios nos digan que también interpretamos profecías y Escrituras; lo hacemos pero lo hacemos siempre con sumisión al juicio de la Iglesia, ellos sin él. (Witham)

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