¿El diablo, al excitar a los hombres a pecar, los hizo expuestos a la muerte temporal y eterna? era, por tanto, el príncipe de la muerte, tanto en alma como en cuerpo. Jesucristo, vida y fuente de vida, con su muerte destruyó el pecado y venció al diablo; ha triunfado a la vez sobre el príncipe de la muerte y sobre la muerte misma; y por la seguridad que nos ha dado de la vida eterna, nos ha librado de la terrible aprensión de morir.

Para un buen cristiano, la muerte es el fin de la miseria y el comienzo de la felicidad eterna; ¿Por qué, entonces, deberíamos tener miedo de morir? Más bien, con San Pablo, deberíamos decir: deseo disolverme y estar con Cristo.

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