15. Y libéralos de quién, etc. Este pasaje expresa de manera sorprendente cuán miserable es la vida de quienes temen a la muerte, ya que deben sentir que es espantoso, porque lo ven aparte de Cristo; porque entonces no aparece nada más que una maldición: ¿de dónde es la muerte sino de la ira de Dios contra el pecado? De ahí la esclavitud durante toda la vida, incluso la ansiedad perpetua, por la cual las almas infelices son atormentadas; porque a través de una conciencia de pecado, el juicio de Dios se presenta siempre a la vista. De este miedo, Cristo nos ha liberado, quien al sufrir nuestra maldición nos ha quitado lo que es terrible en la muerte. Porque aunque ahora no estamos libres de la muerte, sin embargo, en la vida y en la muerte tenemos paz y seguridad, cuando tenemos a Cristo delante de nosotros. (48)

Pero si alguien no puede apaciguar su mente haciendo caso omiso de la muerte, hágale saber que ha hecho hasta ahora muy poco dominio de la fe de Cristo; porque el miedo extremo se debe a la ignorancia en cuanto a la gracia de Cristo, por lo que es una cierta evidencia de incredulidad.

La muerte aquí no solo significa la separación del alma del cuerpo, sino también el castigo que nos inflige un Dios enojado, de modo que incluye la ruina eterna; porque donde hay culpa ante Dios, inmediatamente se manifiesta el infierno.

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