Llegó al final de las edades, como en la última era del mundo, para quitar o abrogar el pecado. (Witham) --- Aunque menos, a saber. una sola lágrima podría haber satisfecho la justicia de Dios, nada menos que su propia sangre preciosa podría satisfacer la caridad de Jesucristo. Con su muerte, como observa San Agustín, Cristo ha atado al diablo con una cadena, para que no pueda tentarnos más de lo que nosotros podemos resistir: puede ladrar, puede tentar, puede solicitarnos; pero no puede morder a nadie, excepto a aquellos que voluntariamente se arrojan a su alcance. (Serm. 1. post Trin.)

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