Aquellos que desean llegar al reino de los cielos, deben esforzarse por ordenar su vida y su conversación, como si ya estuvieran conversando en el cielo. Esta petición debe entenderse también para el cumplimiento de la voluntad divina en todas las partes del mundo, para la extirpación del error y la explosión del vicio, para que la verdad y la virtud puedan alcanzarse en todas partes, y el cielo y la tierra no difieran más en honrar el suprema majestad de Dios. (San Juan Crisóstomo, hom. Xx.)

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