Al final de este capítulo, el apóstol muestra que los judíos no pueden ser verdaderamente justificados y santificados únicamente por las obras de la ley escrita de Moisés; que el conocimiento del pecado, o de lo que es pecaminoso, vino por la ley, pero si no cumplían con los preceptos de la ley, este conocimiento los hacía más culpables. Ahora, en la venida de Cristo, la justicia de Dios, es decir, la justicia por la cual hizo justos a los demás y los justificó, no puede obtenerse sin la fe en Cristo y por la gracia de nuestro Redentor Jesucristo, a quien Dios tiene. propuesto a todos, tanto gentiles como judíos, como sacrificio de [3] propiciación por los pecados de toda la humanidad, porfe en su sangre; es decir, creyendo en él, que derramó su sangre y murió por nosotros en la cruz.

Es él solo (ver. 26) el que es el justo y el que justifica a todos. Y en cuanto a esto, no hay distinción. Los gentiles son justificados, santificados o salvos, pero por la fe y la gracia de Cristo Jesús. San Pablo no pretende que la sola virtud de la fe justifique y salve a un hombre; nada puede ser más opuesto a la doctrina del evangelio y de los apóstoles en muchos lugares, como se ha observado y se mostrará más adelante.

Él nos dice en este capítulo (versículos 20 y 28) que el hombre es justificado sin las obras de la ley escrita ; y nos enseña que ninguna obra de la ley de Moisés, ni ninguna obra que un hombre haga por el ley de la naturaleza, son suficientes para justificar a un hombre y salvarlo por sí mismos, es decir, a menos que estén unidos con la fe y la gracia de Dios. Y cuando parece decir que los hombres son justificados o salvos por la fe, o por creer, como dice de Abraham en el próximo capítulo (vers.

3. y 5.) nunca dice (como han pretendido algunos herejes tanto antiguos como posteriores) que la fe sola es suficiente. Y además por fe, él entiende la fe cristiana y la doctrina de Cristo, como opuesta a la ley de Moisés, a la circuncisión, y las ceremonias de esa ley, como evidentemente aparece por el diseño del apóstol, tanto en esta epístola como en eso a los Gálatas. Nos enseña en esta epístola (cap.

ii. 6.) que Dios juzgará a cada hombre según sus obras: (cap. Ii. 13.) que "no los oidores de la ley", sino los hacedores, serán justificados. Véase también el cap. vi. Les dice a los Gálatas (cap. V. Ver. 6) que la fe, por la cual deben ser salvos, debe ser una fe que obra por la caridad. También les dice a los Corintios (1 Corintios vii. 19.) que la circuncisión no es nada, ni la incircuncisión, sino la observancia de los mandamientos de Dios.

Que aunque un hombre tuviera fe, para poder trasladar montañas, de nada le valdría sin caridad. ¿Con qué frecuencia nos dice que los que cometen tales y tales pecados, no heredarán ni poseerán el reino de Dios? ¿No nos dice Santiago Santiago que la fe sin buenas obras está muerta? Ver el cap. ii. De esto más de aquí en adelante. (Witham)

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