"Pelea la buena batalla de la fe"

1 Timoteo 6:11

Los pobres no tienen por qué envidiar a los ricos. La riqueza no hace ninguna diferencia en la auditoría de la eternidad. Un hombre no puede comer más de cierta cantidad de comida y usar más de cierta cantidad de ropa. Si tenemos suficiente, ¿por qué envidiar a los demás? La verdadera riqueza de la vida está en la abnegación y la beneficencia. Cuán diferente del acaparador de dinero es el hombre de Dios que huye de tales cosas, y sigue la justicia, que pelea la buena batalla contra el mundo, la carne y el diablo, y que nunca se inmuta al presenciar el buen testimonio.

Si sufrimos aquí con Jesús, compartiremos la gloria de Su manifestación. ¡Note la riqueza de la atribución del Apóstol a Jesús! Aquí está la vida en su fuente, la luz en su fuente, el poder y la autoridad en su fuente original. Reclamemos estas bendiciones y entronémoslas en nuestras vidas.

La acusación a los ricos es eminentemente sólida. Debemos poner nuestra esperanza no en la consecución de cosas fugaces, sino en Dios que ama dar y ver felices a sus hijos. Sostenemos todo lo que tenemos, para que podamos ser los canales de comunicación de Dios con los demás. Lo que atesoramos lo perdemos, lo que regalamos lo almacenamos. La vida que en verdad es vida sólo puede adquirirse mediante la muerte y la entrega.

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