Colosenses 2:13

La nueva vida.

Notamos aquí

I. El estado del hombre natural "muerto en pecados". La muerte que retiene los fríos y sin vida miembros de la carne, no es más verdadera ni la mitad de espantosa que esta muerte que oscurece la conciencia, pervierte la razón, corrompe el corazón y envuelve a toda el alma en un profundo letargo. del pecado de la llamada del amor del Salvador.

II. El estado del hombre espiritual se avivó junto con Cristo. La experiencia del alma muerta que todos ciertamente hemos tenido; felices los que también tienen experiencia del alma viviente. La actividad incesante de la vida corporal, que hace feliz vivir y placer moverse, y que para una u otra parte del marco encuentra una ocupación incesante, representa los movimientos del Espíritu, que ahora agitan con una vida interior a los que antes dormían. alma. El alma ha sido llamada a salir de su tumba; ha resucitado de entre los muertos y ahora es un ser vivo ante Dios, todo oído, ojo y corazón, todo amor, obediencia y atención.

III. Nótese el medio de procurar el cambio: "habiéndonos perdonado todas nuestras ofensas". Todas las cosas fueron fáciles para Dios menos esta. ¿Fue necesario para los propósitos de Su voluntad crear nuevos mundos? Él solo habló, y fue hecho; Él ordenó, y se mantuvieron firmes. ¿Era necesario para liberar a un pueblo elegido de las manos de los enemigos terrenales? Sólo sopló con Su viento, y a través de las profundidades del mar, como a lo largo del camino de un conquistador, avanzó con seguridad los ejércitos del Amado.

Pero para salvar almas y quitar del camino esos pecados, que se interponían entre nosotros y Él, y sin embargo, para mantener Su verdad y vindicar Su justicia para ser justa, y sin embargo, el Justificador del hombre necesitaba un sacrificio grande y maravilloso incluso ante Dios. , el sacrificio de su propio Hijo amado. El don del Espíritu Santo no podía ser otorgado hasta que en la sangre del Hijo de Dios moribundo, y por los méritos de Su infinita propiciación, Dios "nos perdonara nuestras ofensas".

E. Garbett, La vida del alma, pág. 98.

Referencias: Colosenses 2:14 . J. Irons, Thursday Penny Pulpit, vol. VIP. 353. Colosenses 2:14 ; Colosenses 2:15 . Revista del clérigo, vol.

x., pág. 1 2 Crónicas 2:15 . Spurgeon, Sermons, vol. v., núm. 273; Expositor, primera serie, vol. x., pág. 403. Colosenses 2:16 . El púlpito del mundo cristiano, vol. xxix., pág. 133. Colosenses 2:16 ; Colosenses 2:17 .

J. Burton, Vida y verdad cristianas, pág. 275. Colosenses 2:19 . El púlpito del mundo cristiano, vol. xxix., pág. 297.

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