Y tú que estabas muerto, doblemente muerto para Dios, no solo revolcándote en delitos, pecados externos, sino también en la incircuncisión de tu carne, una hermosa expresión del pecado original, la corrupción innata de tu naturaleza, tu corazón y afectos incircuncisos. ¿Tiene él - Dios el Padre? Revividos junto con él: haciéndolos partícipes del poder de su resurrección. Es evidente que el apóstol habla hasta ahora, no de justificación, sino solo de santificación.

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