Hechos 9:4

El trato del Señor con San Pablo ha sido precisamente el modo de Su trato con miles y decenas de miles a quienes ha tratado de hacer igualmente partícipes de la luz de la vida eterna. Ellos tambien,

I. Se encuentra en el camino. Se valla de esa manera con espinas para que no puedan encontrar su camino. Él está de pie ante ellos, como estaba ante Balaam, con una espada desenvainada en Su mano, deseando que regresen al camino del deber y elijan el camino de la vida. También les muestra Su gloria. Lo terrenal en ellos permanece avergonzado ante la gloria del celestial que les es revelada, así como las estrellas de la noche se desvanecen y se apagan antes del sol naciente, y no tienen gloria a causa de la gloria superior.

II. Observe otro aspecto en el que la conversión de San Pablo no fue sino el modelo y ejemplo de lo que debe ser la conversión de cualquier otro hombre. A veces asumimos que no hubo resistencia del anciano en él, y que no podría haber habido ninguna tan poderosa si las fuerzas espirituales hubieran sido aplicadas para derribar las fortalezas del pecado y Satanás en él, que en este sentido al menos su conversión fue diferente a cualquier otra.

Pero todo indica lo contrario. No se nos permite ver lo que pasó dentro de él durante esos tres días misteriosos cuando, habiendo sido llevado a Damasco, temblando y asombrado, no vio a nadie, y no comió ni bebió. Pero de una cosa podemos estar seguros de que fueron días de un gran conflicto interno; y en ese "He aquí, él ora", pronunciado por el que ve en secreto, en eso, y sólo en eso, al fin había una señal de que por fin se había entregado a sí mismo, el cautivo de Cristo vencido por el amor omnipotente. Y aquí también, en estos bosquejos de su conversión, debemos leer cuáles deben ser las principales características de la nuestra.

III. Todo el más allá de San Pablo fue una continuación de la obra que ese día fue auspiciada y comenzada en él. Y así deben ser nuestras vidas, así debe ser nuestra conversión. No es algo que recordemos que alguna vez fue, no algo que cada día se aleja hacia una distancia mayor y más tenue, sino algo en el siempre nuevo poder del que debemos vivir día a día.

F. Trench, Penny Pulpit, No. 3656.

Referencia: Hechos 9:4 ; Hechos 9:5 . Revista del clérigo, vol. ii., pág. 160.

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