13-16 Debemos recibir la palabra de Dios con afectos adecuados a su santidad, sabiduría, verdad y bondad. Las palabras de los hombres son frágiles y perecederas, como ellos mismos, y a veces falsas, necias y volubles; pero la palabra de Dios es santa, sabia, justa y fiel. Recibámosla y considerémosla en consecuencia. La palabra obró en ellos, para hacerlos ejemplos a otros en la fe y las buenas obras, y en la paciencia bajo los sufrimientos, y en las pruebas por causa del evangelio. El asesinato y la persecución son odiosos para Dios, y ningún celo por cualquier cosa en la religión puede excusarlo. Nada tiende más a que cualquier persona o pueblo llene la medida de sus pecados, que oponerse al evangelio y obstaculizar la salvación de las almas. El evangelio puro de Cristo es aborrecido por muchos, y la predicación fiel del mismo es obstaculizada de muchas maneras. Pero los que prohíben la predicación a los pecadores, a los hombres muertos en el pecado, no agradan a Dios. Esos tienen corazones crueles, y son enemigos de la gloria de Dios, y de la salvación de su pueblo, que les niegan la Biblia.

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