Ver. 22. "La luz del cuerpo es el ojo: si tu ojo es bueno, todo tu cuerpo estará lleno de luz. 23. Pero si tu ojo es malo, todo tu cuerpo estará en tinieblas. Si, por tanto, el la luz que hay en ti sea oscuridad, ¡cuán grande es esa oscuridad!"

Cris.: Habiendo hablado de llevar cautivo el entendimiento porque no era fácil ser entendido por muchos, lo traslada a una instancia sensible, diciendo: "La luz de tu cuerpo es tu ojo". Como si dijera: Si no sabéis lo que significa perder el entendimiento, aprended la parábola de los miembros corporales; porque lo que es el ojo para el cuerpo, eso es el entendimiento para el alma. Así como por la pérdida de los ojos perdemos mucho el uso de los otros miembros, así cuando el entendimiento se corrompe, vuestra vida se llena de muchos males.

Jerome: Esa es una ilustración extraída de los sentidos. Así como todo el cuerpo está en tinieblas, donde el ojo no es único, así si el alma ha perdido su brillo original, todos los sentidos, o toda la parte del alma a la que pertenece la sensación, permanecerán en tinieblas.

Por lo cual Él dice: "Si la luz que está en ti es tinieblas, ¡cuán grandes son esas tinieblas!" esto es, si los sentidos, que son la luz del alma, están oscurecidos por el vicio, ¿en cuántas tinieblas pensáis que quedarán envueltas las tinieblas mismas?

Pseudo-Chrys.: Parece que no está hablando aquí del ojo corporal, o del cuerpo exterior que se ve, o hubiera dicho: Si tu ojo está sano o débil; pero Él dice, "único", y, "malo". Pero si uno tiene un ojo benigno pero enfermo, ¿está su cuerpo en la luz? ¿O si el mal es todavía un sonido, por eso su cuerpo está en tinieblas?

Jerónimo: Los que tienen la vista gruesa ven las luces multiplicadas; pero el ojo único y claro los ve únicos y claros. Cris.: O; El ojo del que habla no es el ojo externo sino el interno. La luz es el entendimiento, a través del cual el alma ve a Dios. Aquel cuyo corazón se vuelve a Dios, tiene un ojo lleno de luz; es decir, su entendimiento es puro, no distorsionado por la influencia de los deseos mundanos. La oscuridad en nosotros son nuestros sentidos corporales, que siempre desean las cosas que pertenecen a la oscuridad.

Quien, pues, tiene un ojo puro, es decir, un entendimiento espiritual, conserva su cuerpo en la luz, es decir, sin pecado; porque aunque la carne desea el mal, sin embargo, por el poder del divino temor el alma lo resiste. Pero quien tiene un ojo, es decir, un entendimiento, oscurecido por la influencia de las pasiones malignas, o viciado por los malos deseos, posee su cuerpo en tinieblas; no resiste a la carne cuando codicia cosas malas, porque no tiene esperanza en el cielo, la cual es la única esperanza que nos da la fuerza para resistir el deseo.

Hilario: De lo contrario; del oficio de la luz de los ojos, lo llama la luz del corazón; la cual, si continúa sola y brillante, conferirá al cuerpo el resplandor de la luz eterna, y volverá a derramar en la carne corrompida el esplendor de su origen, es decir, en la resurrección. Pero si está oscurecida por el pecado y el mal en la voluntad, la naturaleza corporal permanecerá sujeta a todos los males del entendimiento.

Ago.: De lo contrario; por el ojo aquí podemos entender nuestro propósito; si eso es puro y recto, todas nuestras obras que hacemos de acuerdo a ello son buenas. A estos los llama aquí el cuerpo, como el Apóstol habla de ciertas obras como miembros; "Haced mortificar vuestros miembros, fornicación e inmundicia". [ Colosenses 3:5 ]

Deberíamos mirar entonces, no a lo que hace una persona, sino con qué mente lo hace. Porque esta es la luz dentro de nosotros, porque por esto vemos que hacemos con buena intención lo que hacemos. "Porque todo lo que hace manifiesto es luz". [ Efesios 5:13 ] Pero las obras mismas, que salen a la sociedad de los hombres, tienen para nosotros un resultado incierto, y por eso Él las llama tinieblas; como cuando doy dinero al necesitado, no sé qué hará con él.

Si, pues, el sentido de vuestro corazón, que podéis conocer, está contaminado con la concupiscencia de las cosas temporales, mucho más está contaminado el acto mismo, cuyo resultado es incierto. Porque aunque alguno coseche bien de lo que hacéis con una intención no buena, os será imputado como lo hicisteis, no como le resultó a él. Sin embargo, si nuestras obras se hacen con un solo propósito, es decir, con el fin de la caridad, entonces son puras y agradables a los ojos de Dios.

agosto, continuación Mendac., 7: Pero los actos que en sí mismos se conocen como pecados, no deben hacerse como con un buen propósito; pero sólo aquellas obras que son buenas o malas, según los motivos por los cuales se hacen son buenos o malos, y no son en sí mismos pecados; que dar de comer a los pobres es bueno si se hace por motivos de misericordia, pero malo si se hace por ostentación. Pero las obras que son en sí mismas pecados, ¿quién dirá que se deben hacer con buenos motivos, o que no son pecados? ¿Quién diría: Robemos a los ricos para tener que dar a los pobres?

Greg., Mor., xxviii, 11: De lo contrario; si la luz que "está en ti", es decir, si lo que hemos comenzado a hacer bien, lo nublamos con malos propósitos, cuando hacemos cosas que sabemos que son malas en sí mismas, "¡cuán grandes son las tinieblas!"

Remig., ap. Brillo. ord.: En caso contrario; la fe es semejante a una luz, porque por ella son alumbrados los andares del hombre interior, es decir, la acción, para que no tropiece según aquello: "Tu palabra es una luz a mis pies". [ Salmo 119:105 ] Si eso, pues, es puro y único, todo el cuerpo es luz; pero si se mancilla, todo el cuerpo se oscurecerá.

Sin embargo, de otra manera; por la luz puede entenderse el gobernante de la Iglesia, que bien puede ser llamado el ojo, ya que él es el que debe ver que las cosas sanas sean provistas para las personas bajo él, que son entendidas por el cuerpo. Si, pues, el gobernante de la Iglesia yerra, ¿cuánto más yerrará el pueblo sujeto a él?

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