28. Deja que el que robó no vuelva a robar. Esto incluye no solo los robos más groseros que son castigados por las leyes humanas, sino aquellos de una naturaleza más oculta, que no están bajo el conocimiento de los hombres, todo tipo de depredación por la cual tomamos la propiedad de otros. Pero él no simplemente nos prohíbe tomar esa propiedad de manera injusta o ilegal. Él nos ordena que ayudemos a nuestros hermanos, en lo que respecta a nuestro poder.

Para que tenga que darle lo que necesita. "Tú, que antes robaste, no solo debes obtener tu subsistencia mediante un trabajo legal e inofensivo, sino que debes brindar asistencia a los demás". Primero se le exige que trabaje, trabajando con sus manos, para que no pueda satisfacer sus necesidades a expensas de sus hermanos, sino que pueda mantener la vida mediante un trabajo honorable. Pero el amor que le debemos a nuestro prójimo nos lleva mucho más lejos. Nadie debe vivir solo para sí mismo y descuidar a los demás. Todos deben trabajar para suplir las necesidades de los demás.

Pero surge una pregunta: ¿obliga Pablo a todos los hombres a trabajar con sus manos? Esto sería excesivamente difícil. Respondo, el significado es claro, si se considera debidamente. Todo hombre tiene prohibido robar. Pero muchas personas tienen el hábito de suplicar deseos, y esa excusa se evita al ordenarles que trabajen (μᾶλλον δε κοπιάτω) con sus manos. Como si hubiera dicho: “Ninguna condición, por dura o desagradable que sea, puede dar derecho a ningún hombre a dañar a otro, o incluso a abstenerse de contribuir a las necesidades de sus hermanos.

Lo que es bueno. Esta última cláusula, que contiene un argumento de mayor a menor, no da poca fuerza adicional a la exhortación. Como hay muchas ocupaciones que hacen poco para promover los placeres legales de los hombres, les recomienda elegir aquellos empleos que brinden la mayor ventaja a sus vecinos. No debemos sorprendernos de esto. Si aquellos oficios que no pueden tener otro efecto que llevar a los hombres a la inmoralidad, fueran denunciados por los paganos, y Cicerón entre el número, como altamente vergonzosos, ¿un apóstol de Cristo los consideraría entre los llamamientos legales de Dios?

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