“Pero en mí es muy poca cosa que yo sea juzgado, por vosotros o por un tribunal humano; sí, no me juzgo a mí mismo. 4. Porque nada sé contra mí mismo; sin embargo, no estoy aquí justificado; pero el que me juzga es el Señor.”

Los dos versículos anteriores se relacionan con los predicadores en general, especialmente con Apolos y Pablo. A partir de este versículo, la aplicación se vuelve totalmente personal para Pablo. Porque en lo que procede a declarar, el apóstol evidentemente no puede hacer ninguna afirmación excepto en lo que se refiere a sí mismo. ᾿Εμοί: “ conmigo (al menos)”. Pablo no puede saber si Apolos pensó como él en este punto.

La preposición εἰς, que indica movimiento o tendencia a un punto, es ligeramente incorrecta con el verbo de descanso, ἔστι. Indica la reducción progresiva a un mínimo de valor, en la proporción en que el apóstol sopesa los juicios que se dictan sobre él en Corinto. Estos juicios desfavorables se vuelven cada vez más para él lo último que lo inquieta.

El que (ἵνα) no pierde del todo la noción de finalidad: Paul no tiene interés alguno con vistas al hecho de que estos juicios existan o no existan. El término ἀνθρωπίνη ἡμέρα, que traducimos por un tribunal humano , significa literalmente un día humano , un día de juicios humanos. La palabra día se usa de la misma manera en la frase latina diem dicere.

Estas últimas palabras contienen una suavización de lo que acaba de decir Pablo sobre el poco valor que concede a los juicios de ciertos corintios. La misma indiferencia que siente respecto a todo juicio humano en general.

El término ἀνακρίνειν denota más bien el examen que el juicio; pero como el examen desemboca en una oración, y como no tenemos verbo para traducir el sentido estricto, debemos traducir por la palabra juez.

Una vez en este camino, el apóstol llega hasta el final. Él mismo no se siente adecuado para juzgarse a sí mismo con certeza. El ἀλλά indica la gradación: “Rechazo no sólo el juicio de los demás, sino también el de mí mismo”; borrador 2 Corintios 7:11 . Siente que en su interior hay recovecos inexplorados que no le permiten descubrir a fondo el estado real de las cosas, la integridad plena de su propia fidelidad y, en consecuencia, pronunciar una sentencia válida sobre sí mismo.

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