Santiago 4:11,12

Los hermanos no deben juzgarse unos a otros

El verbo que Santiago usó en 4:11 está en tiempo presente durativo y en realidad significa "dejen de hablar mal unos de otros". Evidentemente, ya habían estado hablando de esa manera. Woods señala que también se debe detener la escucha maliciosa, ya que eso fomenta el hablar mal. A los chismosos no les gusta hablar con habitaciones vacías o líneas telefónicas muertas. Recuerde, la ley del amor requiere que hagamos a los demás lo que nos gustaría que ellos hicieran a nosotros ( Mateo 7:12 ).

Juzgar duramente los motivos de las acciones de nuestro hermano y hablar contra él desde ese duro juicio es hablar contra la ley del amor y juzgarla indigna. Esto muestra una falta de amor por nuestro hermano y por lo tanto por Dios. Juan escribió: "El que ama a su hermano, permanece en la luz, y no hay en él motivo de tropiezo. Pero el que odia a su hermano, está en tinieblas y anda en tinieblas, y no sabe adónde va, porque las tinieblas ha cegado sus ojos.

Continuó escribiendo: “Si alguien dice: 'Amo a Dios' y odia a su hermano, es un mentiroso; porque el que no ama a su hermano a quien ha visto, ¿cómo puede amar a Dios a quien no ha visto?” ( 1 Juan 2:10-11 ; 1 Juan 4:20 ).

Dios le dio a Jesús autoridad para entregar mandatos a la gente de esta era y sus palabras serán el estandarte en el juicio ( Santiago 4:12 ; Mateo 28:18-20 ; Hebreos 1:1-2 ).

Él dijo a sus discípulos: "El que me desecha y no recibe mis palabras, tiene quien lo juzgue; la palabra que he hablado, ella lo juzgará en el día postrero" ( Juan 12:48 ). Dios ha autorizado a Jesús a ejecutar juicio. Después de haber sanado a un hombre en sábado y haber llamado a Dios su Padre, los judíos buscaron matar a nuestro Señor.

Él respondió diciendo: "Porque como el Padre tiene vida en sí mismo, así también ha dado al Hijo el tener vida en sí mismo, y también le ha dado autoridad para ejecutar juicio, por cuanto es el Hijo del Hombre" ( Juan 5:26-27 ). Dándonos cuenta de la verdad de lo que se acaba de decir, ¿quiénes somos nosotros para actuar como juez contra nuestro hermano o la ley que Cristo entregó?