La razón por la cual los hombres no son salvos no es que Cristo no pueda y no esté dispuesto a salvarlos, ni que no estén obligados a ser salvos, sino que no vendrán a él ni cumplirán con los términos necesarios de la salvación. Por supuesto, si perecen, serán sus propios destructores, y la culpa recaerá sobre ellos para siempre.

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Antiguo Testamento